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Aunque últimamente parezca el patio de recreo de los criptobros, hubo un tiempo en el que Internet fue la gran vía de escape para las personas solitarias que no encontraban su lugar. Una puerta de entrada a un mundo que todavía no podíamos acariciar ni siquiera con la punta de los dedos que nos permitía explorar nuestros intereses o pedir fotos de p***** a señores de Cuenca. En este episodio, defendemos Internet como herramienta, o más bien como varita mágica para descubrir todos esos mundos que están dentro de este y que la humareda que producen los fachorros a veces no nos permite ver con claridad.
Step into an infinite world of stories
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