논픽션
A menudo se dice que las "querellas sobre la mujer" comenzaron en Francia en 1402 con la crítica que Christine de Pisan le dirigió a Jean de Meun por su poema misógino "Romance de la rosa", pero en nuestro continente podríamos decir que las contiendas sobre género comenzaron en el siglo XVI, cuando varias culturas originarias se enfrentaron con el desprecio europeo hacia las mujeres. Por su parte, los europeos tendían a trasladar ese desprecio misógino a las culturas nativas que tuvieran a las mujeres en alta estima.
Conquistadores como Pedro Cieza de León y eclesiásticos como Fernando López de Gómara dieron testimonio de la voz y mando de las mujeres en ciertas comunidades precolombinas de lo que hoy es Perú y Ecuador, y por ello consideraron débiles y afeminados a sus hombres (Alvarado, 2018). En Colombia y Venezuela, entre los wayuu, las mujeres tenían un papel económico y una autoridad para la resolución de conflictos que no alcanzaban las españolas (Wayuunaiki, 2017). En lo que es hoy los Estados Unidos, los primeros inmigrantes de Europa se sorprendieron al ver que las mujeres indígenas estaban a cargo de la producción agrícola y gozaban de autoridad tanto espiritual como política, desde las comunidades Narrangasett y Lenape de las zonas boscosas occidentales de los Estados Unidos (Axtell, 1981), hasta los Hopi, de lo que es hoy Arizona (Schlegel, 1984), pasando por los iroqueses del norte de Nueva York y sur de Canadá (Morgan, 1851; Mead, 1978). Entre los iroqueses, como en los ayllus de Perú, el Consejo de Matronas o de Gobernadoras designaba al hombre que desempeñaba el puesto de jefe o cacique (Prieto de Zegarra, 1980, p. 68), y podía también destituirlo (Morgan, 1851).
© 2023 Universidad del Valle (전자책 ): 9786287500853
출시일
전자책 : 2023년 5월 9일
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A menudo se dice que las "querellas sobre la mujer" comenzaron en Francia en 1402 con la crítica que Christine de Pisan le dirigió a Jean de Meun por su poema misógino "Romance de la rosa", pero en nuestro continente podríamos decir que las contiendas sobre género comenzaron en el siglo XVI, cuando varias culturas originarias se enfrentaron con el desprecio europeo hacia las mujeres. Por su parte, los europeos tendían a trasladar ese desprecio misógino a las culturas nativas que tuvieran a las mujeres en alta estima.
Conquistadores como Pedro Cieza de León y eclesiásticos como Fernando López de Gómara dieron testimonio de la voz y mando de las mujeres en ciertas comunidades precolombinas de lo que hoy es Perú y Ecuador, y por ello consideraron débiles y afeminados a sus hombres (Alvarado, 2018). En Colombia y Venezuela, entre los wayuu, las mujeres tenían un papel económico y una autoridad para la resolución de conflictos que no alcanzaban las españolas (Wayuunaiki, 2017). En lo que es hoy los Estados Unidos, los primeros inmigrantes de Europa se sorprendieron al ver que las mujeres indígenas estaban a cargo de la producción agrícola y gozaban de autoridad tanto espiritual como política, desde las comunidades Narrangasett y Lenape de las zonas boscosas occidentales de los Estados Unidos (Axtell, 1981), hasta los Hopi, de lo que es hoy Arizona (Schlegel, 1984), pasando por los iroqueses del norte de Nueva York y sur de Canadá (Morgan, 1851; Mead, 1978). Entre los iroqueses, como en los ayllus de Perú, el Consejo de Matronas o de Gobernadoras designaba al hombre que desempeñaba el puesto de jefe o cacique (Prieto de Zegarra, 1980, p. 68), y podía también destituirlo (Morgan, 1851).
© 2023 Universidad del Valle (전자책 ): 9786287500853
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