Miguel nace a principios de los años treinta, justo cuando en Barcelona se vive «la edad de oro del transformismo», y aunque ni él ni sus padres lo saben en ese momento, va a dar mucho de que hablar, va a hablar mucho y también va a cantar; pero, sobre todo, va a dar el cante. Esta es parte de su vida... y por qué no decirlo también, parte de la de muchos de nosotros.

Desde su más tierna infancia ya se ve claro que Miguel quiere ser artista. Incluso su padre, un aragonés muy aficionado a cantar jotas, celebra la vocación de su hijo y la potencia con un regalo que le cambia la vida: un gramófono. El gramófono se convierte en la primera pareja artística de Miguel. Con él, pasa su infancia y adolescencia cantando a dúo con todos sus ídolos.

Son tales su vocación y sus ganas de ser artista, que Miguel convence a su madre para que lo lleve, con dieciséis años, a la sala Ambos Mundos del Paralelo barcelonés, un local de variedades donde buscan nuevos talentos.